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© Asia Alfasi/PositiveNegatives/Amnesty International

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Ada: Después de meses de abusos me preguntaron por qué estaba siempre llorando

Por Amnistía Internacional,
Los abusos sexuales son un fenómeno que afecta de manera generalizada a las personas refugiadas que pasan por Libia. Tanto, que algunas mujeres toman anticonceptivos antes de emprender el viaje porque prevén que van a violarlas y no quieren quedarse embarazadas. Las mujeres están constantemente expuestas a sufrir violencia sexual a manos de contrabandistas, traficantes o grupos armados o en los centros de internamiento de migrantes, y todas con las que Amnistía Internacional ha hablado han sido víctimas de ella o saben de otras mujeres que la han sufrido.
Tenía 10 años cuando perdí a mis padres y mi tío me llevó a Portarcourt. Se acostaba conmigo todo el tiempo. Me quedé embarazada cuatro veces, y tuve cuatro abortos
Ada, mujer nigeriana de Eziowelle
Amnistía Internacional habló con Ada* [pseudónimo], una mujer nigeriana de Eziowelle. Llegó a Libia en mayo de 2015, para luego trasladarse a Italia en diciembre de ese mismo año. En Nigeria no iba a la escuela. Tenía 10 años cuando perdí a mis padres y mi tío me llevó a Portarcourt. Se acostaba conmigo todo el tiempo. Me quedé embarazada cuatro veces, y tuve cuatro abortos. Mi tío no quería que saliera, así que tenía que quedarme en los terrenos de la vivienda. Él tenía un arma, y amenazaba con matarme si contaba lo que sucedía. Cada vez que se acostaba conmigo me daba dinero. La última vez que lo hizo se lo conté a una mujer que conocía, y ella me dijo que tenía que escaparme. Le di mi dinero para que me ayudara a huir, y ella me dio un teléfono móvil y una tarjeta SIM. Organizó las cosas para que viajara a Libia con otras personas en abril de 2015.Llegamos a Libia en mayo. Unos hombres nos secuestraron y nos metieron en una gran casa en Sabah. Dijeron que teníamos que llevar dinero. Yo les dije que no tenía.Se acostaban con todas las mujeres todas las noches. Nos llevaron a una habitación aparte. Secuestraron a más personas, y una de las chicas nuevas me preguntó por qué estaba siempre llorando. Le dije que no podía marcharme y que ya llevaba allí siete meses. Consiguió que alguien pagara por mí y me dijo que me fuera con ella a Italia. Nos llevaron en automóvil a otro lugar, y luego caminamos muchas horas en plena noche hasta que finalmente llegamos a la playa. Cuando vi el mar y la barca, me asusté. Era una barca de goma hinchable, y no hacían más que empujarnos y gritar: “¡adentro, adentro!”. En la barca íbamos más de un centenar de personas, en posturas muy incómodas.Llegué a Italia dos días después. Ni siquiera sé cómo llegamos aquí. Cuando los italianos nos rescataron, yo estaba llorando. Todos sobrevivimos. Cuando llegamos al puerto de Crotone vimos a muchos policías, y me dio miedo. Desde allí nos llevaron en autobús a otro centro, donde me quedé cuatro días. Los soldados comprobaban que nadie se hubiera escapado. Salimos de allí en autobús y llegamos al centro de asistencia de BARI. En los dos lugares me preguntaron mi nombre, mi apellido y mi nacionalidad, pero tenía la cabeza en otra parte. Ni siquiera era capaz de recordar el nombre de mis padres.Conté mi historia y me tomaron las huellas dactilares. Ahora busco protección; me gusta cómo vivo, sin nadie que me moleste, pero pienso [mucho] en mis padres. Quiero quedarme en Italia, aprender italiano. Me gusta la gente de Italia.

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